Sunday, September 13, 2015

Penélope

Seis años de edad y estoy acostada en la cama de mis padres que me parece infinita. Era de esas grandes, queen size con sábanas blancas que parecían nubes. Podía ser el mediodía porque el sol se colaba por la ventana enorme del cuarto. Estaba tirada en medio de semejante colchón, con las piernas extendidas, los brazos a lo ancho en posición de derrota o pleno descanso. Debería estar soñando profunda y rotundamente que hasta el sudor corría por mi frente. De esos sueños que disfrutan los niños, de esa tranquilidad plena que nunca invade la preocupación. Justo en frente de la cama está aquel librero alto, gordo y de madera, con un estéreo que amenizaba tantas mañanas en las que mi mamá se arreglaba y bailaba.

“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, camino sobre la mar”, me cantaba mamá mientras me arrullaba en el mar blanco de sábanas y la veía sonreír y cantar.

Tengo 8 años y abro la puerta de mi antigua casa. Era grande, de madera y muy pesada. Doy un paso adentro y me invade el olor a comida casera. Ya me imagino a mi mamá en la cocina, pala de madera en mano y la sonrisa, esa que siempre me recibe. Y allá, en el estéreo, su fiel acompañante, cantándole al oído:
“Yo amo los mundos sutiles ingrávidos y gentiles como pompas de jabón”. Ella se enamoraba y decía que era poesía, yo sólo me reía al imaginar unas pompas llenas de jabón.

A los 12 años y trece horas de vuelo después aterrizamos en Barcelona y nos perdemos en los callejones catalanes. Son las 9 o las 10 o alguna hora de la noche fresca que ha dejado la lluvia. Las luces amarillas iluminan el suelo empedrado y mi hermana guía el camino, nosotras, las turistas atrás. De repente, mi madre grita emocionada, brinca y se pega a la ventana de un pequeño restaurante en una esquina. Que vergüenza, pienso. De todas maneras nos acercamos. Como olvidar su cara, los ojos le brillaban y la boca sonreía hasta las orejas. Del otro lado de la ventana estaba un hombre que ya con el ceño fruncido aparentaba más de 50. Ni él ni nosotras entendíamos. Hasta que allá, a lo lejos y cerca de la cajera del lugar, estaba un póster de su fiel cantante, su compañero. –¡Serrat!- gritó y se le mojaron los ojos. Poco a poco se alejó de la vitrina, un poco decepcionada, un poco consternada pero satisfecha. El poeta de las mañanas y ella en su ciudad natal. Sabía que era lo más cercano a él, y sin embargo, era suficiente. Como si le agradeciera a la vida por hacerla sentir viva.

“Hace algún tiempo en ese lugar donde los bosques se visten de espinos se oyó una voz de un poeta gritar caminante no hay camino se hace camino al andar”.

Tengo 15 años, y como cada noche, las hormonas me recuerdan lo poco que me entiende mi madre. Me recibe una nube de humo, el delicioso aroma a cigarro, la luz bajita y las voces de mamá y Gaby –su amiga de siempre-  cantando junto a la voz del catalán que sale de aquel viejo aparato. Están inmersas en la plática, arreglan el mundo, lo descomponen y se entienden.  “Golpe a golpe, verso a verso”.

Estás acostada en tu cama, en esa queen size que ahora me parece tan pequeña. Mi edad ya no importa, ni la tuya. Ya no está el humo del cigarro, están los aparatos. Tampoco el estéreo, lo remplazó el arsenal de medicinas. Te busco entre tus pupilas y ya no encuentro las noches españolas llenas de emoción. De todas maneras saco tus discos, tu colección que permanece guardada junto a tu buró con la esperanza de poderlos volver a cantar. Se mueven tus labios en un intento de sonrisa y tus dedos al ritmo como si fueran piernas. Sigues aquí pero ya no.

“Murió el poeta lejos del hogar le cubre el polvo de un país vecino al alejarse le vieron llorar caminante no hay camino se hace camino al andar”.

Hoy vuelvo a tener 20 años. Mi cama es matrimonial y el estéreo acumula polvo en algún lugar de la casa. El librero está ahora frente a mi colchón. Qué ironía. Y tu ya no estás. Ya no bailas, ni gritas ni te emocionas con aquel poeta que algún día descubriste y que yo apenas empiezo a entender. Hoy a Serrat lo escucho sola en mi teléfono o en la computadora. Lo escucho mientras te imagino que fumas a un lado de mí, me abrazas y sonríes porque al fin comprendo las letras del viejo.

“Caminante son tus huellas del camino y nada más. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”.






Friday, April 24, 2015


"A veces, solo a veces...
Retirarse no es rendirse,
ni estar en contra es agredir.
Cambiar no es hipocresía
y derrumbar no es destruir. 
Estar a solas no es apartarse,
y el silencio no tener qué decir.
Quedarse quieto no es por pereza,
ni cobardía es sobrevivir.
Sumergirse no es ahogarse,
ni retrocedes para huir.
No se desciende trastabillando,
ni el cielo ganas por bien sufrir.
Y las condenas no son eternas,
ni por perdones vas a morir.
A veces, solo a veces...
Hace falta lograr soltarse,
izar las velas, abandonarse,
dejar que fluya, que el viento cambie,
cerrar los ojos y enmudecer"
M. G. Mungia






"Ni todos los árabes son terroristas, ni todos los periodistas
paladines de la libertad de expresión. 
Ni todos los argentinos son insoportables, ni todos
los judíos usureros, ni todos los mexicanos huevones,
ni todos los rusos borrachos, ni todos los curas 
abusadores de niños.
Incluso creo que ni siquiera todos los policías son transas.
Ni todos los negros son pandilleros,
ni todos los blancos son decentes.

Son sólo viles reduccionismos que fueron inventados
para que nos den miedo "los otros",
 los que no son iguales a nosotros.
¿En qué momento se comenzaron a utilizar 
etiquetas maniqueas y tramposas?

No satanizo, ni le temo a los unos ni a los otros.
Estoy en contra del terrorismo fanático pero
también del terrorismo de estado,
Yo soy Charlie pero también soy Ahmed.
Soy Nestora y Mireles, soy 43 y soy Solalinde,
soy migrante guatemalteco, salvadoreño, hondureño. 
Soy chilango y soy seri.

Soy todos para poder ser yo.
Y en el reflejo de la mirada del otro, tan sólo
encuentro mi propia mirada.
Una mirada triste frente a una civilización que se derrumba"
Benito Taibo



"En alguna parte he dicho que todavía nos faltan los Che 
Guevara de la literatura. Si, hay que crear cuatro, cinco, diez 
Vietnam en la ciudadela de la inteligencia. Hay que ser 
desmesuradamente revolucionario en la creación, y quizá 
pagar el precio de esa desmesura. Sé que vale la pena." 
Julio Cortázar, Viaje alrededor de una mesa, 1970